viernes, 23 de agosto de 2013

5 Grandes fracasos para animarse a volver a emprender

Si estás en pleno lanzamiento de tu startup o lo intentaste pero se fue al traste a la primera de cambio, ¡arriba ese ánimo! Vas por el camino adecuado, y si no que se lo digan a estos hijos de Silicon Valley que han seguido dedicándose a esto de las startups después de haber dilapidado bastante más de 1000 millones de dólares. Al fin y al cabo el 69% de las pequeñas empresas no duran más de dos años, así que al batacazo startup también se sobrevive.
En este caso he elegido 5 pero podían haber sido 15, 25 ó 50. Hay para dar y tomar, un chorro de buenas ideas y fracasos estrepitosos que barrieron todas esas cifras de financiación de vértigo. Así que si el primer intento ha salido mal, pon tus neuronas a funcionar desde cero otra vez porque ahora son toros maleados, ya están toreadas por la realidad y eso se nota para bien.
Los más listos, los que más dinero tienen, los que tienen las ideas más brillantes y revolucionarias, los científicos más brillantes, los comerciantes más ávidos, los fondos de inversión más prestigiosos y rigurosos… Todos han quemado millones de dólares en proyectos de los que no se ha salvado ni una impresora. Viene bien conocerlos para no torturarnos cuando algo no nos sale como queremos. Y si no que se lo digan a los autores de estas joyas:


Mi favorita por varios motivos:  el primero es por el gigantesco fiasco -836 millones de dólares de capital riesgo evaporados-, el segundo es el carácter de súper startup tecnológica (vehículos eléctricos, estaciones de intercambio de baterías, infraestructuras…) y el tercero el de ser el sector de moda de las energías renovable y el supuesto buenismo ecológico. La idea excelente: crear una red en Israel de vehículos eléctricos junto con las estaciones de cambio de baterías, de manera que al repostar nos cambian la batería y seguimos circulando. El modelo sería fácil de implantar y exportar posteriormente, y los 800 millones de dólares invertidos así lo hacían entrever.
Pues bien, nadie compró los coches -algo como cien unidades vendidas son una anécdota-, las estaciones no llegaron a cuajar, y llegó Renault instaurando el sistema de que el fabricante del automóvil es el dueño de la batería. ¿El resultado? Muerte total de la compañía, cuya propiedad industrial, conceptos y bienes han sido adquiridos actualmente por otra empresa israelí por una miseria. Fueron pioneros, tenían más fondos que nadie… y se han ahogado en apenas 4 años.
La idea prometía bastante, para mí es un ejemplo de “next best thing”, y bien podían haberse convertido en un nuevo PayPal o Square, pero se pegaron un batacazo de proporciones épicas. Consistía en pagar simplemente con poner nuestra huella digital, rápido y seguro, y todo un avance para el 2005.
Hoy por hoy el servicio está intentando relanzarse de una forma mucho más modesta claro está, por otros inversores y sin mucho éxito porque -a mi juicio- ya han sido superado por la realidad. Con la tecnología NFC en los smartphones lo de pagar con la huella digital no tiene tirón.
A los 4 años y con 340 millones de dólares tirados a la basura, los fondos de inversión se retiraron y el dueño de la empresa que se había dedicado a todo tipo de escándalos judiciales y derroches de dinero de la empresa desapareció. En este caso el muchacho acabó en la ruina y comido por las drogas, o sea que pudo con él tanto el éxito como el fracaso.
El consejo aquí sería investigar un poquito antes de confiar nuestra inversión a un desconocido, ya que luego se descubrió que el individuo tenía un pasado delictivo y de evasión de impuestos la mar de interesante antes de lanzarse con este proyecto.
Víctima de la primera gran crisis de las .com, esta empresa británica en apenas 18 meses después de armarse con nada menos que 135 millones de dólares el proyecto de megatienda de moda online echaba el cierre.
La moraleja de este proyecto sería que el que mucho abarca poco aprieta, ya que intentaron tocar todos los palos a la vez: múltiples divisas, lanzamiento internacional, varios idiomas, montones de proveedores, montones de colaboradores… Y al final, colapso. Es verdad que hablar de un colapso de una startup en el año 2000 suena a hablar del crack de la bolsa del ’29, pero es por ver que la historia se repite una y otra vez.  Su dominio lo tiene ahora una red de hostales por cierto.
Si bien en este caso el dinero destinado a bien pagar a mucha gente es apenas calderilla comparado con los otros -45 millones de dólares desde 2006- me gusta esta historia porque es un caso de “de los creadores de… llega el nuevo…”.
De los padres de Kazaa y el Skype no podía venir nada malo, bueno y si ya viene apadrinado por Viacom y la CBS, y tiene contenido asegurado de Sony, la CBS, la NHL o la CNN… ¡me lo compro! Pues muy mal pensado, el tema de descargarse vídeos la gente con publicidad hicieron que Hulu y Netflix se los comieran vivos. El nuevo fondo de inversión que se hizo con los restos de la empresa echó al 90% de la plantilla a la calle y están ahora pensando qué hacer con el proyecto entero.
Me parecía poco justo no meter algún caso español, y en este caso tenía que venir apadrinado por un gran gigante de las telecomunicaciones como es Telefónica. Para estar hablando de España, más de 10 millones de euros de inversión ya es un proyectazo en toda regla.
Pues bien, las ilustres cabezas que se sacaron esta chapuza de la ídem seguirán recordando que arrastrar este proyecto le supuso no sólo desperdiciar esos millones de euros más toda la publicidad invertida en balde, sino además retrasar la adquisición de Tuenti para situarse en un precio de compra de 70 millones de euros.
Me gusta cerrar con este caso para demostrar que esto de las startups no consiste en enchufar dinero a granel, que no se puede crear un nuevo Facebook o un nuevo Google y menos a base de billetes. Las ideas y las formas de trabajo son las que pueden hacer que un proyecto cuaje en la sociedad en un momento dado, y aún así las probabilidades de que no salga son altas. Así que ánimo, que a la siguiente irá la vencida.

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